jueves, 15 de octubre de 2009

Confeciones del retrete


En esta vida hay gente que ha sido testigo de los más terribles mal tratos, de las cosas más insólitas, de las más divertidas anécdotas; o incluso las han vivido en carne propia. De todas maneras hay testigos mucho más fieles que las personas y esas son las cosas, porque obviamente nadie teme de ellas. Por lo tanto la persona se encuentra relajada, no miente, no finge una falsa sonrisa, no contiene una puteada, ni un grito, ni un pedo; se encuentra en estado de pura naturaleza, prácticamente como un animal en su propio hábitat. Por esto las cámaras dan testimonio exacto, porque son cosas y no seres humanos. Ya sé que los estos aburriendo mis queridos lectores, pero no crean que el autor de este blog tras haber ingerido media docena de hongos alucinógenos empezó a creer que la filosofía era lo suyo, y entonces se decidió a escribir en este bloguesucho del orto. Pero si usted creía que las únicas cosas que podían contar lo ocurrido eran las cámaras sepa que se equivocó, tu inodoro da un terrible testimonio acá, en "El paraíso del pecado", ¿Dónde más? un blog hecho de mierda, para un mundo de mierda.
Primero, y para posesionémonos en la situación, imaginémonos a nosotros mismos como un inodoro, imaginémonos los días de un inodoro, la pobre vida de este artefacto. Solo, a oscuras, en ese cuartito azulejado, frío, y tu compañero de en frente, sí me refiriendo al bidet, ese que nunca te dirige la palabra y a veces ni si quiera la mirada, pero entonces las canilla de la ducha y de la bacha, en ciertas oportunidades, producen un tenebroso clima con sus gotas, que una tras otra y caen y caen, y Tic, tic, tic. Eso que no llegamos al punto más desesperante, que es cuando un ser humano entra por la puerta, existen veces en las que ni se fijan en vos, querido inodoro, se miran al espejo, se duchan, se lavan las manos o no se qué; pero cuando se fijan te aseguro que es peor... Yo sé perfectamente que vos te ponés contento cuando los seres humanos se fijan en vos y enfilan recto y sin dudas hacía el donde estás, y que más contento te pone sentir un cálido cuerpo sobre vos; aunque a veces la vista no es nada grata (a pesar de que el calor te sigue haciendo feliz) esos culos gordos y poseados cual avenida del conurbano, de una tía, de una abuela, o de una mujer (no muy grande, tipo 35) que ya es madre; y nada se ha privado del hermoso acto de comer y más tarde no hacer nada en pos de que su cuerpo no lo retenga; o por qué no un hombre, esos que parecen jamás haberse sacado el boxer (o sleep) y tener un calzoncillo de lana, claro que acompañado con algún pelo encarnado de esos que forman terribles granos, que terminan por parecer un quiste lleno de pus a punto de estallar. Pero lo que usted señor inodoro, y corríjame si miento, lo que es un primer plano cruel de esta imagen, que por Dios, si lástima a los pobres ojos del pequeño ser cerámico que apenas mide 60 centímetro en el mejor de los casos. Pero a pesar de todo el pobrecito inodoro sigue contento, a pesar de que no sea la mejor de las compañías y qué se yo, la vista no ayude (aunque existen inodoros envidiados como el de Jessica Cirio o bien el de Evangelina Anderson, entre otros inodoros que en esta etapa nada mal la pasan), esta con alguien y logra, aunque más no sea unos minutos, cortar con la soledad y la oscuridad que reinan sus horas.
Pero la desilusión esta al caer, y digo literalmente a caer, ya me comprenderán estimados lectores. La cuestión comienza a parecer normal y esa vista (siempre que sea desafortunada, como la mayoría de los casos) a esta altura no es tan lasiva ante los ojos de nuestro ya resignado protagonista. Justo en el instante de mayor felicidad de nuestro querido amigo, con su huésped ya acomodado y quizás leyendo o contando el número de baldosas y azulejos que hay en la habitación, u ocupado en algún otro pasatiempo, recién ahí, cuando el ser humano hace fuerza se ve, lo terrible. Primero salir una extraña materia amarronada desde el trasero del ya querido compañero de ocasión del inodoro, entonces comienza a afligirse, y no porque sabe lo que viene, sino porque cree firmemente que esa materia esta incomodando a su nuevo amigo entonces no sabe cómo ayudarlo, pues el mismo peso de su amigo es el que le impide todo tipo de movilidad. Unos segundos antes de que el inodoro logre ayudarlo, llega a sus costas esta materia; es este el momento en el que el inodoro siente la más profunda de las desilusiones, pues nada agradable le resulta esta materia de blanda consistencia, repugnante olor y peor aún apariencia. Pero no es solo esto sino que más tarde cae sobre si un papel con manchado con este mismo elemento y su huésped, su amigo, su querido ser que lo sacaba de la soledad se había ido, sin decir si quiera adiós.
Existen también otras veces en que son usados vilmente por los seres humanos ya sean vómitos, o los hombres cuando orinan que lo hacen de lejos sin hacerle si quiera una caricia al pobre retrete. Las mujeres, en cambio, más comprensivas, se acercan al inodoro y aunque sean pocos minutos se posan sobre su tabla, la que suele haber sido meada con cuidadosa prolijidad y anticipación por un hombre, y entonces por un corto tiempo de calor despiden otra sustancia con asqueroso olor; aunque lejos de semejarse a la asquerosidad del caso antes explicado, al de esa materia amarronada.
Antes de irnos, los dejo con una frase que declaró el retrete de la casa quinta de Tota Santillán, quien preside la A.R.U.L (Asociación de Retretes Unidos por la Liberación) y es miembro de la C.I.A.S.S.D (Congregación de Inodoros Argentinos que Sufren el Sobrepeso de sus Dueños), y dejará en su obra, que después adoptarían como himno: "Oíd cerámicos sus nalgas se han activado... (...)Si los humanos han de cagarnos mearnos y vomitarnos; Coros: vomitar, vomita, vomitar (...) En nosotros esta el gusto de salirnos siempre del cañito.... (Concluye) (....)¡Y su piso de mierda embarrar!"
Entonces sí para concluir: Y suena el botón, corre fría el agua, esa que intenta lavar lo errores antes cometido paro también querido amigo te indica el principio de tu nuevo largo período de soledad, entonces, se lava las manos (si es que lo hace), apaga la luz, y de nuevo a oscuras, cierra la puerta, y de nuevo solos.

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